lunes, 14 de diciembre de 2020

Poema sobre la lectura

Para terminar las clases, teniendo en cuenta que estuvimos todo el año trabajando con un Club de Lectura propuesto por unos locos "Piratas" imaginarios que iban dejando pistas en el aula cada tanto, finalizamos con una divertida caza del tesoro, en la cuál se entregaron las fichas de lectura que fueron haciendo los niños alrededor de todo el año (que casualmente la última semana habían sido robadas de la cartelera por lo piratas) y por supuesto, algunas monedas de chocolate.

A todo esto, al finalizar la cacería o búsqueda del tesoro, los "piratas" nos dejaron una carta motivacional sobre la lectura, que finalizaba con un poema sobre la lectura que encontré en Internet y que me pareció muy bonito como para cerrar la actividad.

Ya que me costó bastante encontrar y seleccionar un poema sobre la lectura, lo comparto aquí para no perderlo y para quienes necesitan algunas palabras sobre la importancia de leer.

Más adelante espero poder subir un poco más de información sobre cómo se fue implementando durante el año el club de lectura y qué resultados tuvo en un segundo año de escuela, que en lo personal me resultó muy positivo, con niños motivados por compartir libros que creó un espacio de intercambio de lecturas entre alumnos muy enriquecedor.

Ahora, sin más, les dejo un poco de poesía sobre el placer de la lectura. Saludos!

Poema sobre la lectura

Poema sobre la lectura

Lee contento y gozoso

algún cuento, algún poema,

basta con buscar un tema

que te haga sentir dichoso.

Puede ser serio o jocoso,

que te guste es lo importante,

si te cautiva, al instante

vuela tu imaginación,

vivirás con emoción

una experiencia vibrante.


Un libro es una aventura,

esperando quien la emprenda.

Sólo asómate a su senda,

la recompensa es segura.

Gozarás de la lectura,

lograrás esparcimiento.

El libro es el fundamento

que nos da sabiduría

y nos llena de alegría,

es del alma el alimento.


Autor : Andrés Díaz Marrero

viernes, 11 de diciembre de 2020

Cuento : Leticia, piojos y cuentos (Maestro Víctor Manuel Cruz Castañón)

EL MARAVILLOSO PODER DE LA PALABRA ESCRITA. El Maestro Víctor Manuel Cruz Castañón es el autor de este cuento adaptado llamado "Leticia, piojos y cuentos".

Cuento : Leticia, piojos y cuentos (Maestro Víctor Manuel Cruz Castañón)

Cuento : Leticia, piojos y cuentos (Maestro Víctor Manuel Cruz Castañón)

Leticia fue mi alumna en la escuela 'Justo Sierra", en plena Sierra. Tenía 11 años de edad. Once años conociendo las carencias y la mugre de la vida. Siempre con la misma ropa, heredada por una tradicional necesidad familiar. Once años batallando con los bichos de día y de noche. Con una nariz que como vela escurría todo el tiempo. Con el pelo largo y descolorido sirviendo de tobogán a los piojos. Aun así, era de las primeras en llegar a la escuela. Tal vez iba por los momentos necesarios para soñar que era lo que no; aunque enfrentara el rechazo y el asco de los demás.

A la hora del trabajo en equipo nadie la quería. No dieron la oportunidad para demostrar qué tan inteligente era: el repudio fue lo que Leticia conoció.

 Me desconcertaba el hecho de ver que algunos varones con características semejantes a las de Leticia eran aceptados por el resto de las niñas y los niños, pero no ocurría lo mismo con Leticia y las niñas. A mí sólo se me ocurría hacer recomendaciones que nunca fueron atendidas.

En ese tiempo me preguntaba: ¿de qué sirve leer cuentos a esos niños que no han comido?; ¿serviría de algo alimentarlos con fantasías? Yo creía que sí, pero no sabía hasta dónde.

 Constantemente les brindaba relatos, sobre todo en la mágica hora de lecturas, dos veces por semana. Un día conté "La Cenicienta" y cuando llegué a la parte en que el hada madrina transformó a la jovencita andrajosa en una bella señorita de vestido vaporoso y zapatillas de cristal, Leticia aplaudió frenéticamente el milagro realizado. Había una súplica en su rostro que provocó la burla de los que no tenían la misma capacidad ni la misma necesidad de soñar. Esta vez hubo recomendaciones y regaños.

En otra ocasión, pregunté a mis alumnas y alumnos: ¿qué quieren ser cuando sean grandes? Y el cofre de sus deseos se abrió ante mí: alguien quería ser astronauta, aunque al pueblo ni el autobús llegaba; otros querían ser maestros, artistas o soldados. Cuando le tocó el turno a Leticia, se levantó y con voz firme dijo: “¡Yo quiero ser doctora!" y una carcajada insolente se escuchó en el salón. Apenada, se deslizó en su banca invocando al hada madrina que no llegó.

Mi labor en esa escuela terminó junto con el año escolar. La vida siguió su curso. Después de quince años, regresé por esos rumbos, ya con mi nombramiento de base.

 Hasta entonces encontré algunas respuestas y otras preguntas. Las buenas noticias me abordaron en autobús, antes de llegar al crucero donde trasbordan los pasajeros que van al otro poblado. Llegaron en la presencia de una señorita vestida de blanco.

-¡Usted es el maestro Víctor Manuel!... , Usted fue mi maestro! –me dijo-

sorprendida y sonriente. El que podía encantar serpientes con las historias que contaba.

Halagado, contesté:

-Ése mero soy yo.

- ¿No me recuerda, maestro? -preguntó, y continuó diciendo con la misma voz firme de otro tiempo- yo soy Leticia... y soy doctora...

Mis recuerdos se atropellaban para reconstruir la imagen de aquella chiquilla que en otro tiempo nadie quería tener cerca.

Se bajó en el crucero dejando, como La Cenicienta, la huella de sus zapatillas en el estribo del autobús... Y a mi con mil preguntas. Todavía alcanzó a decirme: - Trabajo en Parral... búsqueme en la clínica tal... y se fue …

Un día fui a la clínica que me dijo y no la encontré. No la conocían ni la enfermera ni el conserje. ¡Era demasiada belleza para ser verdad! "Los cuentos son bellos pero no dejan de ser cuentos", me lamentaba. Arrepentido de haber ido, y casi derrotado, encontré a la directora de la clínica y hablé con ella. Lo que me dijo, revivió mi fe en la gente y en la literatura:

-La doctora Leticia trabajaba aquí -me contó-. Es muy humana y tiene mucho amor por los pacientes, sobre todo con los más necesitados.

-Ésa es la persona que yo busco -casi grité.

- Pero ya no está con nosotros-dijo la directora.

-¿Se murió? -pregunté ansioso.

-No. La doctora Leticia solicitó una beca para especializarse y la ganó ... ahora está en Italia.

Leticia sigue aprendiendo más y enseñando sus secretos para luchar. Yo sigo queriendo saber hasta dónde llega el poder de las palabras; ¿cuál es el sortilegio para encantar a las serpientes que jalan a los descobijados?; como profesor, ¿qué puedo hacer para equilibrar la balanza de la justicia social ante casos parecidos?; ¿cuándo empezó el despegue de los sueños de Leticia en cuanto al resto de sus compañeras y compañeros?; ¿dónde radica la fortaleza de las mujeres que superan cualquier expectativa?

Ya no quiero ser el maestro de Leticia: Ahora quiero aprender. Quiero que me enseñe cómo evoluciona una oruga hasta convertirse en ángel y, sobre todo, quiero descubrir cuál fue la varita mágica que la convirtió en la Princesa del Cuento.

Tomado de la red. Créditos al autor.